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Uma mudança em busca de diálogos ambientais contínuos

En la filosofía occidental, el origen del diálogo se asocia esencialmente a la Antigua Grecia (διάλογος em grego; dia: através de, lŏgus: palavra), una práctica abierta y grupal promovida especialmente por Sócrates, en busca de verdades. Su método reveló su potencial educativo en una escuela fundada por su discípulo Platón, cerca del jardín sagrado de Academo, que después sería reconocida como la «Academia» (desde 367 a.C.). Esta tuvo estudiantes como Aristóteles, quien fundó el Liceo, un lugar donde se reflexionaba mientras se caminaba por un sendero (peripato). En el año 529, el emperador Justiniano clausuró la «Academia», por considerarla un peligro para la formación de la conciencia religiosa. Así, de un momento a otro, se cerró un proyecto de cerca de mil años. Con ello, de acuerdo con el profesor Ricardo López Pérez*, «lo que el propio diálogo aspiraba a superar, la ceguera y la intolerancia, fue lo que sepultó la primera universidad del mundo»(1).

El diálogo ha recorrido un largo camino y se ha adaptado para mediar en acuerdos a diversas escalas, desde problemas comunitarios hasta procesos de paz internacionales. Hoy los diálogos implican «razonar junto a otro; pensar en una relación de reciprocidad», pues cuando se intentan instrumentalizar (usar en favor de alguien en particular), se resisten a ser simulacros, como «verdaderas ecologías humanas, imposibles de reducir»(1). Esto se refleja en la elección de políticos en contra de problemas ambientales; la instrumentalización de la ciencia y tecnología por parte de ciertas empresas; o el desfase entre la educación tradicional y la informal-mediática.

En este punto, no sobra subrayar que los diálogos socioambientales siguen siendo un gran desafío. Para avanzar, es necesario reconocer que estos no son sinónimo de negociación, discusión o debate; pues su compromiso ético y valor simbólico se alejan tanto de la idea capitalista de "ganancia", como de cualquier forma de violencia. Dialogar es disfrutar tanto de decir como de escuchar, para, como lo enuncia Emilio Lledó, «descubrir quién nos habla, para qué nos habla, cómo nos habla»(1), abriendo nuestras visiones a las de quien nos interpela.

Con todo lo anterior, en un mundo lleno de estímulos, formas de representación y fuentes de aprendizaje, Matthew Lipman, creador del "Programa de filosofía para niños", nos invita a abordar los problemas del conocimiento sin apego a fronteras disciplinarias. Esto implica moverse con libertad y permitir que el pensamiento descubra su propio recorrido dentro de los márgenes del diálogo. Esta perspectiva puede ser clave para seguir abriendo caminos entre creencias, saberes y conocimientos, acercándonos más y alejándonos de la abismo de nuestra propia clausura.

* Doctor en Filosofía. Profesor Asociado, Departamento de Educación en Ciencias de la Salud. Facultad de Medicina. Universidad de Chile.
1. López, R. (2018). Sobre Dialogo. Algunas precisiones y un contexto breve.
brush Capa: David González de Revista Bioika; Freepik; Pixabay
gesture Direção de arte: David G.

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Tags: Diálogo Cultura Socioambiental Política Sustentabilidade

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