El pueblo que domó el sol

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La ciencia y la tecnología son una fuente de soluciones para las necesidades básicas de las personas. Esta función cobra más importancia en territorios aislados o golpeados por la violencia que tratan de recuperar la esperanza y el futuro.

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Niño dibujando mientras escucha la radio

El agua cristalina empieza a salir por la manguera, la prueba ha resultado satisfactoria. El sistema de potabilización de agua usando energía renovable funciona. Hace calor y el sol empieza a caer detrás de las montañas tupidas de verde oscuro. Algunos aplausos se dejan caer de los pocos testigos que se quedaron hasta el final del montaje.

Se podría pensar que estamos describiendo el final de la película “El niño que domó el viento”, cuando William Kamkwamba, el joven protagonista de trece años de Malaui logra hacer funcionar un sistema de bombeo alimentado con un aerogenerador para llevar agua potable a su aldea por primera vez. En la película vemos el culto al sacrificio del niño y unos pocos amigos que, en un habiente con las condiciones más extremas posibles, logra ser el héroe que salva a su familia. Nos conmueve que un niño, sin más ayuda que sus compinches y un poco de cacharros viejos, sea capaz de tamaño logro.

Pero no, no estamos en Malaui, estamos en Colombia y aquí no hay ningún niño que salve a su familia con un radio viejo. No puedo decirles el lugar en particular por razones de seguridad, porque acá el culto al héroe no se paga precisamente con películas de Hollywood. Esta es una zona apartada y abandonada del Estado que ha sufrido por demasiados años un conflicto armado, que ya no recuerda ni cómo empezó. Como esta, hay varias zonas en el país que después de la firma del Acuerdo de Paz se crearon con el fin de reincorporar a los excombatientes a la vida civil a través de pequeños centros habitacionales conocidos como espacios territoriales de capacitación y reincorporación (ETCR). Se supone que serían lugares temporales, que servirían de transición hacia la vida civil.

Exterior de casa rural con panel solar

Entonces estamos en un municipio que tiene cerca un ETCR y ya la mayoría de las familias lo ha ido dejando para establecerse en pequeñas casas de construcción en madera. Desde hace dos años se inició un proyecto de energización patrocinado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y debido a las condiciones ambientales se prefirió la energía solar, pues a diferencia del niño que domó el viento, por acá poco viento y mucho sol. En la etapa de prediseño del proyecto se trabajó con la comunidad para establecer sus intereses y cuál consideraban que era la necesidad principal en los servicios básicos. A diferencia de los ingenieros, que pensaban que la comunidad requería agua potable, la comunidad estableció como prioridad la energía eléctrica, ya que la mayoría de las familias tiene celulares, radios, neveras y algunos hasta televisores. Por el contrario, el agua la han tratado a su manera desde siempre. Al final se decidió poner kit solares en cada casa habitada, la estructura se hizo en madera con la condición de que se pudieran desmontar y llevar como si fuera un electrodoméstico más de su hogar, se dejó todo modular. Debido a lo incierto de la situación, el traslado a otro territorio se hace evidente y no quieren perder su fuente de energía. También se implementaron soluciones locales de potabilización de agua alimentadas con energía solar, pero eso no generaba la misma emoción que poder cargar el celular.

“Para nosotros es muy importante entender cómo se montan y desmontan esos paneles”, decía don Rogelio con insistencia. “No sabemos y en cualquier momentico nos toca salir y llevarnos lo que podamos”, continuaba con la cara de quien sabe qué es dejarlo todo y correr. “¿les preocupa que los sistemas de potabilización de agua se queden? Esos no se pueden hacer portátiles”. Un gesto de negación con la cabeza y una sonrisa de tranquilidad. “El agua siempre la hemos sabido conseguir y tratar, acá todos somos unos duros del estómago”, decía burlonamente mientras señalaba al ingeniero que había venido desde Bogotá a coordinar la instalación.

Pocos aplausos al ver salir el agua cristalina por la manguera. Don Rogelio se asoma e invita al ingeniero a tomarse una cerveza fría. Son las primeras que salen de la pequeña nueva nevera alimentada por energía solar.

Interior de casa rural con nevera y cervezas en una mesa

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