No es novedad que el ser humano ha explotado la naturaleza de forma predatoria, muy por encima de su capacidad de recuperación natural. Deforestación, cambio climático, introducción y sobreexplotación de especies son solo algunos de los ejemplos de estas acciones. Todo esto ha generado una proximidad cada vez mayor entre personas y animales, y la historia muestra que este escenario no es benéfico para ninguno de los dos.
No se puede evitar hablar de la peste negra, una de las enfermedades más temidas de todos los tiempos. Causada por la bacteria Yersinia pestis y transmitida por pulgas transportadas por roedores, causó la muerte de millones de personas en el siglo XIV. Se estima que hizo sucumbir entre 30-50 % de la población europea1, solamente entre los años de 1347 y 1351.
En esa época, las personas atribuían los flagelos de la peste a factores sobrenaturales como el castigo divino y demonios, pues aún no se sabía de la existencia de agentes infecciosos como los virus y bacterias. Claro, ellos no se podían detectar a simple vista, y el primer microscopio solo sería inventado dos siglos más tarde por el holandés Zacharias Janssen.
Así como la peste, muchas otras enfermedades que se originaron del contacto inadecuado con animales han asolado a la humanidad. Esas patologías son denominadas zoonosis, formalmente definidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “Enfermedades o infecciones naturalmente transmisibles entre animales vertebrados y seres humanos”. Son otros ejemplos de zoonosis, enfermedades como la rabia, el ébola, el VIH, la leptospirosis, la H1N1 (gripe porcina) y la más reciente protagonista de una pandemia: la COVID-19.
Esta enfermedad ("Covi" es la abreviación de coronavirus; “d” viene del inglés disease que se traduce como enfermedad; y 19, del año de su surgimiento, 2019) tuvo como epicentro la ciudad de Wuhan, en la China, aparentemente en un pequeño mercado local.
La dolencia es causada por el virus SARS-CoV-2, también conocido como “nuevo coronavirus”. Existen otros tipos de coronavirus ya conocidos como el MERS-CoV, identificado en 2012 y causante del Síndrome Respiratorio del Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés), y el propio SARS-CoV, que surgió en el año 2002, causando centenares de muertes por medio del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, por sus siglas en inglés).
El virus de la pandemia que asola el mundo actualmente, tuvo su origen en murciélagos que son conocidos reservorios de variedades diferentes de coronavirus.
Todavía no se sabe con certeza como el nuevo coronavirus habría alcanzado a la especie humana. Una de las grandes apuestas es que el pangolín, un mamífero silvestre con el cuerpo recubierto por escamas, hubiera sido el puente entre los murciélagos y los seres humanos.
Existen ocho especies de pangolines en el mundo, distribuidas en el África SubsaharianaB y en Asia. El pangolín malayo (Manis javanica)2 y el pangolín chino (Manis pentadactyla) son especies que podrían haber actuado como agentes facilitadores de la transferencia del virus para los humanos. Ambas especies tienen distribución próxima a la ciudad de Wuhan (Ver mapa).
Según la Unión Internacional para la conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés) ambas especies están críticamente amenazadas de extinción. Por este motivo, son animales protegidos por la ley. En China, la venta de pangolines puede ser castigada con más de 10 años de prisión3. Aun así, su tráfico es una práctica frecuente, especialmente por su carne y escamas. En la medicina oriental china existe la creencia de que partes del animal serían útiles para el tratamiento de enfermedades de la piel, artritis y desordenes del ciclo menstrual3.
En caso de que se confirme que el nuevo coronavirus fue, de hecho, transmitido por el pangolín, quedará comprobado que, si no existiese explotación ilegal de este animal, la pandemia de COVID-19 simplemente no existiría. Por eso, es importante no culpar a los murciélagos, a los pangolines o a cualquier otro animal por las zoonosis que afectaron a la humanidad, porque tienen su papel y son esenciales en la naturaleza. Los verdaderos responsables son los seres humanos y su relación tergiversada con los recursos naturales y su biodiversidad. Por lo tanto, es necesario repensar muy cuidadosamente la proximidad y contacto con animales, especialmente animales salvajes.
Además de las medidas estratégicas necesarias para el incremento del sistema de salud mundial, para combatir zoonosis es fundamental el fomento de otras acciones como: mayor fiscalización del comercio de productos de origen animal, fortalecimiento de la inspección sanitaria y la intensificación de prácticas de higienización. Así mismo se debe realizar un control severo de las actividades de caza, comercialización y consumo de animales silvestres (que sea prohibido siempre que sea posible, salvo excepciones como en el caso de poblaciones indígenas aisladas que necesitan del recurso para subsistencia).
Somos testigos de la irrupción de una zoonosis que resultó en una pandemia, la COVID-19. Piense en cuantas vidas habrían sido salvadas sin las zoonosis, cuantas familias no hubieran sido desgarradas, cuantos ciudadanos no tendrían sus derechos vulnerados. No podemos cerrar los ojos. Si no cambiamos la forma en que interactuamos con los recursos naturales, tarde o temprano, un nuevo agente infeccioso podría brotar en una feria, un mercado, una carnicería o una esquina cualquiera.
Referencias
- Kirsten I. Bos et al. (2011). A draft genome of Yersinia pestis from victims of the Black Death. Nature, 478, 506-510.
- Tommy T. Lam et al. (2020). Identifying SARS-CoV-2 related coronaviruses in Malayan pangolins. Nature https://doi.org/10.1038/s41586-020-2169-0.
- David Cyranoski. (2020). Did pangolins spread the China coronavirus to people? Nature doi: 10.1038/d41586-020-00364-2.